“YO REGRESO SIEMPRE”, UN VATICINIO DE DISCÉPOLO
(por RÓMULO BERRUTI)
No es sin motivos que una presencia de tanta importancia en
el imaginario popular argentino como Enrique Santos Discépolo –el más hondo,
trascendente y angustiado de todos los poetas del tango- casi no
registra biografías escénicas. Hace unos cuantos años Betty Gambartes la
intentó con Diego Peretti en un especie de show musical que tuvo cierto
atractivo visual pero le hacía mezquino favor a Discepolín. Es que ese hombre
frágil y desgarbado que se burlaba de su propia figura menguada con chistes
amargos, ese artista hispersensible que trituraba su autoestima hasta obtener
el masoquismo del dolor, escapa de los cánones comunes. Siendo un letrista
inmenso, trasciende el tango para intentar una autopsia de la condición humana.
Alguien que escribe en Tormenta “aullando entre relámpagos/perdido en la
tormenta de mi noche interminable Dios…busco tu nombre” se dispara casi hacia
perplejidades dignas de Strindberg. Lleno de amor a los demás, recibió de sus
afectos más cercanos el reproche severo –y hasta el desprecio- de su hermano
mayor Armando y las supuestas infidelidades cínicas de Tania, su mujer. Pero se
sobrepuso siempre y volcó sus gritos de auxilio en las letras de sus canciones.
Hasta que el salto desafortunado a la política con sus micros peronistas
dirigidos al contrera Mordisquito le generaron tal rechazo público que murió
hundido en la depresión a los 50 años en el ya mítico departamento de Callao
765.
Francisco Cocuzza, con el aporte decisivo de Mariano Rivera en la atmósfera
evocativa principalmente sonora, se la jugó en una propuesta que pusiera de pie
al poeta sin corporizar a ninguno de los personajes claves de su entorno.
Afrontó el desafío de ser Discepolín en solitario, diciendo varios de sus
tangos fundamentales y agregando textos propios que se mezclan con otros de su
evocado. Todo con una apelación muy directa al público que hasta incluye una
fugaz incursión en la platea. El clima se va condensando con el devenir de los
hechos principales y con la entrada en calor del mismo Cocuzza que medio
cantando, medio diciendo recorre títulos formidables, contundentes, definitivos
y levanta el voltaje hasta un buen final. Recursos técnicos simples pero eficaces
lo secundan, como un círculo de lucecitas en el piso que remite a la pista del
circo y desde luego viejos registros radiales. Yo regreso siempre tiene un
elemento indiscutible a su favor: transpira melancolía y tristeza. No es poco
tratándose del escritor que añoró esa quimera de "querer sin
presentir".
F.Cocuzza-M.Rivera-R.Berruti
en Radio La 2X4