“Como los criminales, como los novios y como los cobradores, yo regreso siempre”
Firmado: Enrique Santos Discépolo
(por
Francisco Cocuzza, dramaturgia-actuación)
”La
predicción parece haberse cumplido”- dice Sergio Pujol en su
biografía sobre Enrique Santos Discépolo (1997) - y agrega: “Diseminado por
todas partes, hoy Discépolo despide el siglo. Es la cita de honor del
escepticismo, pero también una mirada ética de reserva. Es la épica del
antihéroe urbano, y también el aullido que se extingue a la intemperie. A su
manera, con aspereza, sigue siendo un gran humorista”. La lectura de este texto
definió el lugar de Enrique en una búsqueda sobre la poética del tango que
vengo experimentando desde el año 2000. Se trataba de volver al origen de las
letras, de las razones que las impulsaron, intuyendo que los tangos podían
convertirse en verdaderas pequeñas obras teatrales y valorizarlos a la altura
de los grandes textos dramáticos argentinos y universales. Y Enrique tiene un
lugar de privilegio en esta búsqueda, por la contundencia de sus contenidos
poéticos. La propuesta es revalorizar la palabra, un territorio del tango menos
explorado que su música y su danza, traduciendo en lenguaje actoral temas
emblemáticos y muy conocidos con nuevas lecturas, como si nunca los hubiéramos
escuchado y, al mismo tiempo descubrir las razones de tenerlos incorporados a nuestro
pensamiento, nuestra vida cotidiana, nuestro corazón, en forma de filosofía
popular. Enrique mismo intenta explicárselo: “Sabía que nada tiene que temer quien da como me di, de corazón a un
pueblo; porque los pueblos no engañan nunca y devuelven como la tierra, un
millón de flores por una semilla seca. Pero mi pueblo me ha devuelto
exageradamente la ternura que le di, sin esperar su premio”.
-------------------------------------------------------------------------------------------------
-------------------------------------------------------------------------------------------------
Propuesta y lineamientos del abordaje escénico.
(por Mariano Rivera, dirección)
Enrique Santos Discépolo se forma desde joven en el oficio
teatral, actuando y escribiendo, por su lado y junto también a su hermano mayor
Armando, director y fundamentalmente destacado como dramaturgo. Enrique realiza
luego la creación de sus letras de tango desde una escritura próxima a la manera
de las obras dramáticas, esta fue una característica distintiva en su estilo
como letrista.
Discépolo concibe sus tangos como pequeñas piezas teatrales;
nosotros en el camino ahora inverso, abordamos la puesta en escena desglosando
sus letras para retornar al lenguaje teatral. Aparecen entonces los personajes
que leemos y proponemos resignificar de la obra discepoliana.
Sin representar la
figura física de Enrique Santos Discépolo, ni adentrarnos en un relato
cronológico, concretamos una propuesta escénica fruto de la profunda
investigación de su vida, poética, y filosofía popular; seguida por una
indagación despojada en lo creativo, para descubrir lo que personalmente nos
motiva del universo discepoliano para llevarlo a escena.
Con la presencia de un
único actor en escena, el lenguaje sonoro, el de la luz y el audiovisual; interactuamos
con personajes y grotescas reminiscencias de un lírico amor primero… un amor
contrariado… un actor cómico… un cantor… un director de orquesta… los
espectadores imaginarios, los reales… y hasta un cuestionado Dios.
“¿A qué conduce la tristeza…? A
recordar que se vive… Entonces, el más
alto deber del hombre es alegrarse... Yo los quiero alegrar.... Luz, más
luz...alegrémonos... Ayúdenme a verlo todo más gracioso, amable, cordial,
bello. Invito a todos a olvidar que la vida es horrible...”
Discépolo se
identificó profundamente con estas palabras del personaje que representó en Wunderbar, pieza teatral que el
readaptó en versión de obra musical; el texto es un fiel exponente de la final intención
de Enrique, con relación a la formalidad expresiva en su obra; desolemnizar y
quitar dramatismo a la carga de lo adverso, de todas maneras existente. Podrá
resultar extraño ese afán en Discépolo, porque sabemos que en su obra, en los personajes de las letras de tangos o
guionados para cine y teatro, aparece de manera permanente el descontento, el
desengaño y la desesperanza. Pero Discépolo, como los grandes clowns, o los
exponentes generadores del grotesco como forma teatral, nos presentan el dolor
y lo controversial en un juego constante de tensiones entre lo cómico y lo trágico;
claro que para el personaje central o el payaso
augusto siempre será trágico su pasar, y lo cómico se le presenta a quién
lo observa, al oyente, al espectador. Un fragmento del tango Soy un arlequín nos resume: “Cuánto dolor… que hace reír”.
Este es otro factor que nos ocupa abordar en la puesta,
lograr un equilibrio, una armonía en la dinámica de tensiones que generan los
estados emocionales; la modificación en el interno del personaje, lo
intempestivo, lo sorpresivo, las variables de los estímulos y la acción.
Otro punto de análisis en Discépolo, y de elección para poner
en juego en lo escénico, es como “la” o “las” realidades del contexto
individual y sobre todo social de Enrique, influyen –y él lo toma- directamente
en su obra artística. Al tiempo que con su obra, ha encontrado en la
identificación popular la mejor devolución de su aporte.
En el abordaje de nuestro relato escénico, la metateatralidad
como procedimiento traza el camino de ida y vuelta entre la noción de ficción
del arte y la realidad de la vida cotidiana que invade inevitablemente. Los planos
de ficción y realidad se entrecruzan y complementan, y nuestro personaje-actor,
deambula entre ellos. El espacio real de la sala, los espectadores, la luz y producción sonora
como recursos técnicos del soporte
teatral, y la presencia de los asistentes, inciden sobre el actor-personaje; por
momentos contra su voluntad, delimitando o censurando su libertad, y
ofreciéndole nuevos estímulos; en otras instancias será él quien los pueda dominar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario