(por Mariano Rivera)
Enrique Santos Discépolo nació en la ciudad de Buenos Aires el 27 de Marzo de 1901. Desde muy joven se dedicó a la actuación en teatro y más tarde en cine; en esos rubros también participó como dramaturgo, guionista y director respectivamente. Además llevó adelante una comprometida y renombrada audición radial, y se destacó fundamentalmente en lo profesional como letrista de tango.
Apodado Discepolín, por tratarse del menor de los hermanos que se dedicó y trascendió en lo artístico, en todos los aspectos que desarrolló, a través de sus líneas de pensamiento y su profunda sensibilidad, Enrique Santos Discépolo forjó una identidad, que conformaría su propia filosofía, encontrando así la identificación y empatía popular.
Discepolín y el
tango
Su principal aporte artístico
tuvo lugar en la incidencia sobre el tango, ya que desde una particular
composición letrística, dio a la poesía del género que lo antecede, características
que no abundaban hasta su llegada. En el contenido de sus letras pone
de manifiesto un sello significativo: el personaje-hombre que sufre
tantas veces en la literatura del tango, con Discépolo continuará su pesar,
pero tendrá otros estímulos y otras manifestaciones que ahora lo pondrán en el
vaivén de la permanente contradicción.
Es en dos vertientes fundamentales,
que inicialmente modifica lo que se venía naturalizando en las letras
de tango; decimos inicialmente porque luego planteará problemáticas específicas
que lo obsesionarán en su obra; pero en un principio vemos que por un lado establece
la crisis del personaje ícono y protagónico de innumerables tangos; nos
referimos al hombre inquebrantable en su aspecto sensible y formal, que sólo se
permitía expresar profundo sufrimiento por su madre, o a causa de la nostalgia.
Discépolo incorpora a este personaje un aspecto de mayor fragilidad, el hombre que sufre por un desengaño a punto
tal que no puede sostener aquella formalidad.
Vemos en el tango Malevaje escrito en 1929, como notorio ejemplo, la figura del malevo que teme, huye y hasta sufre por un desengaño; impensada concepción de la poética del tango hasta la irrupción reconocida de Discépolo. Desde allí Enrique se expresará cada vez más profundo y reflexivo en dirección al tema del amor.
Vemos en el tango Malevaje escrito en 1929, como notorio ejemplo, la figura del malevo que teme, huye y hasta sufre por un desengaño; impensada concepción de la poética del tango hasta la irrupción reconocida de Discépolo. Desde allí Enrique se expresará cada vez más profundo y reflexivo en dirección al tema del amor.
Por otro lado, introduce en la
literatura del tango nociones relacionadas a conflictos ya no sólo
individuales, sino de implicancia colectiva; problemáticas sociales desde la
óptica subjetiva del hombre común que no ocupa ningún lugar de privilegio. El
tango Quevachaché de 1926, será el
primer signo en este sentido; aparecerá entonces su visión sobre el
vertiginoso crecimiento de los valores éticos trastocados; y desde allí más
tarde progresará en cuestionar los patrones establecidos de índole moral, en su
relación ya no tan verticalista con la figura de Dios.
Vale decir que en sus inicios
como letrista, la presentación de estas características que luego lo
destacaron, no fue fácilmente asimilada por las compañías discográficas que
producían en la época. La inserción de Discépolo en ese medio, comenzó recién
con la aceptación de sus materiales más próximos a lo ya existente; recordemos además
que los tangos se estrenaban en las presentaciones de las orquestas, o en el
marco de un espectáculo teatral; luego esto tendría lugar en las películas de
cine nacional.
El tango Quevachaché antes nombrado, resultó un fracaso en su estreno, como él relata; recién después de otros aciertos profesionales, tres años más tarde y en la voz de la reconocida Tita Merello sería valorizado. Un gran espaldarazo para su proyección profesional, fue el reconocimiento del ya consagrado Carlos Gardel, quien legitima el talento de Discepolín al integrar en su repertorio tangos de su autoría. Así crece la repercusión de Enrique Santos Discépolo en Argentina y en el exterior reproducido por cantores y orquestas en gira, además de la popularidad de gran alcance que otorgaba el cine y la radio.
El tango Quevachaché antes nombrado, resultó un fracaso en su estreno, como él relata; recién después de otros aciertos profesionales, tres años más tarde y en la voz de la reconocida Tita Merello sería valorizado. Un gran espaldarazo para su proyección profesional, fue el reconocimiento del ya consagrado Carlos Gardel, quien legitima el talento de Discepolín al integrar en su repertorio tangos de su autoría. Así crece la repercusión de Enrique Santos Discépolo en Argentina y en el exterior reproducido por cantores y orquestas en gira, además de la popularidad de gran alcance que otorgaba el cine y la radio.
En la escritura de sus
tangos, técnicamente despliega un gran poder de síntesis. Y si bien el hincapié
lo ponemos en advertir la riqueza de sus letras, también era muchas veces el
generador de las melodías, luego transcriptas y arregladas por músicos de su
entorno.
Recurrencia Discepoliana:
Con la comicidad como elemento
emergente en sus letras, cuando lo cree necesario le quita
solemnidad a lo dramático.
Los rasgos distintivos de las
temáticas que Discépolo aborda se caracterizan por presentar la contradicción
en el comportamiento humano. En los términos de su ficción literaria, expresa cómo las certezas del pasado se tornan francamente endebles, generando
así la gama de claroscuros que enriquecen su poesía.
Tanta frustración aparece
inevitablemente cuando la inocencia persiste en el interior del idealismo.
Enrique no escapa a este mecanismo emocional, es más, lo caracteriza. No
obstante, lucha por encontrar la esperanza; en su comprometido discurso-acción
y en su obra artística podemos advertirlo.
En 1951, a los 50 años de edad, Enrique
Santos Discépolo fallece en Buenos Aires. Su filosofía popular traspasó las
fronteras y permanece viva.
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